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Sábado, Mayo 03
Entendiendo el sacrificio
Lee para el estudio de esta semana
Isaías 1: 2-15; Hebreos 10: 3-10; Éxodo 12: 1-11; 1 Corintios 5: 7; Hageo 2: 7-9; Isaías 6: 1-5; Apocalipsis 4: 7-11.
**Para memorizar**
«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”» (Apoc. 5: 9, RVR 1960).
Cuando Jesús vino a él, Juan el Bautista declaró: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29). Esa era una referencia inequívoca a los sacrificios que simbolizaban la muerte sustitutoria de Cristo en favor de la humanidad.
El tema del sacrificio animal recorre toda la Biblia como un hilo escarlata y desempeña un papel central en la gran escena del trono de Dios de Apocalipsis 4 y 5. El hecho de que Jesús sea simbolizado como un cordero inmolado en esta escena crucial (Apoc. 5: 6) es una clave importante para comprender todo el episodio profético.
Esta semana veremos algunos temas relacionados con el sacrificio y que forman parte de nuestra comprensión de Jesús, el Cordero inmolado, el claro protagonista de la escena de la sala del Trono. Él es reconocido como el único digno, lo que destaca la obra del Señor, prefigurada por el sistema sacrificial del Santuario terrenal, como un Dios de amor infinito que estuvo dispuesto al sacrificio supremo, un acto del que nosotros y las demás inteligencias del universo nos maravillaremos por la eternidad.
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**Domingo, Mayo 04**
**¿Sacrificios inútiles?**
Contrastar dos ideas puede resultar muy instructivo. Por ejemplo, se puede aprender mucho acerca de la perspectiva bíblica del sacrificio al observar los momentos en los que Dios rechazó los sacrificios de su pueblo.
Compara Isaías 1: 2 al 15 con Isaías 56: 6 y 7, y Salmo 51: 17. ¿Qué lecciones importantes enseñan estos textos acerca del sacrificio?
**Isaías 1: 2-15**
En este pasaje, Dios denuncia la hipocresía de Israel, que realiza sacrificios en el templo, pero su corazón está lejos de Él. El Señor rechaza estos sacrificios porque son rituales vacíos, realizados sin verdadera devoción ni justicia. Él dice que sus ofrendas no son aceptables porque la conducta del pueblo contradice sus palabras, y en lugar de arrepentimiento, promueve la injusticia y la opresión (versículo 11-15). La lección aquí es que los rituales externos no sustituyen una relación sincera y transformadora con Dios.
**Isaías 56: 6-7**
Este pasaje revela que Dios acepta y busca a quienes se acercan a Él con sinceridad, incluso aquellos que no son de Israel, si cumplen con la verdadera justicia y sinceridad de corazón. La idea es que los sacrificios deben ir acompañados de una actitud humilde y de justicia, no solo de rituales externos. Aquí, Dios expresa que su casa será llamada una casa de oración para todos los pueblos, resaltando que la verdadera adoración trasciende las formas externas y requiere un corazón entregado.
**Salmo 51: 17**
El salmista expresa que los sacrificios externos no le agradan a Dios, sino un corazón contrito y humillado. La mejor ofrenda a Dios es un espíritu quebrantado y arrepentido. Esto reafirma que la verdadera adoración es interna, nacida de un corazón arrepentido y dispuesto a cambiar.
**Lecciones importantes:**
Estas citas enseñan que los sacrificios en sí mismos no son suficientes si no reflejan una verdadera actitud de arrepentimiento, justicia y entrega a Dios. La adoración que agrada a Dios es aquella que nace de un corazón humillado y sincero, que se traduce en acciones justas y en una relación genuina con Él.
Este trágico episodio de la historia de Israel no fue la primera ocasión en que Dios rechazó un sacrificio. Algo similar ocurrió cerca del comienzo de la historia de la salvación, cuando el sacrificio de Abel fue aprobado y aceptado por Dios a diferencia del de Caín. Ese incidente nos brinda la oportunidad de contrastar los sacrificios que son aceptables con los que no lo son (ver Gén. 4: 3-7; Heb. 11: 4).
**Génesis 4: 3-7**
Caín ofreció frutos de su trabajo, pero sin la actitud correcta. Dios no aceptó su sacrificio porque no era acompañado de un corazón arrepentido ni de fe. Abel, en cambio, ofreció un animal, un sacrificio conforme a lo que Dios había pedido, con fe y sinceridad, y fue aceptado.
**Hebreos 11: 4**
Aquí se reconoce que por la fe, Abel ofreció un sacrificio más aceptable, lo que indica que no solo el acto externo importa, sino la motivación y la confianza en Dios. Abel entendía los principios de la redención y en su ofrenda reflejaba su fe en la futura obra de Cristo.
En tiempos de Isaías, Israel cumplía con las prácticas religiosas de manera superficial, marcando casillas como si fueran tareas mínimas para apaciguar a Dios, mientras vivían a su antojo. Sus sacrificios estaban centrados en sí mismos, igual que los de Caín, y no reflejaban una actitud de entrega y sumisión a Dios.
Ese es el mismo espíritu de autosuficiencia que anima a los reinos de este mundo. Caín vivía a su antojo mientras ofrecía a Dios rituales vacíos realizados bajo sus propios términos. Es razonable pensar que veía a Dios como un obstáculo para seguir su propio camino, aunque lo temía lo suficiente como para cumplir con lo mínimo requerido.
Por el contrario, Abel ofreció un cordero, el sacrificio que Dios había pedido, el que representaba la promesa que Dios había hecho de un Mesías venidero (Gén. 3: 15) y señalaba hacia el acto salvador de Cristo en el Calvario.
**Génesis 3: 15**
Este versículo anuncia la futura victoria del Mesías, que sería herido en la cabeza por Satanás, pero que vencería mediante su sacrificio. Abel, en su ofrenda, simbolizaba esa promesa de redención futura.
«Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 52, 53).
¡Qué importante es protegernos de simplemente cumplir con los rituales religiosos sin un verdadero compromiso con Dios! ¿Cómo podemos experimentar lo que significa depender totalmente de la muerte de Jesús como nuestra única esperanza de salvación?
**Lunes, Mayo 05**
**Sangre de toros y de machos cabríos**
Algunos han criticado la idea del sacrificio como algo cruel e injusto. Sin embargo, ese es precisamente el punto. La muerte de Cristo fue cruel e injusta. El inocente murió en lugar de los culpables. Eso era lo necesario para resolver el problema del pecado. Y esa muerte, la de Cristo, era lo que señalaban todos los sacrificios crueles e injustos de animales inocentes.
**Lee Hebreos 10: 3 al 10. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los sacrificios que el pueblo de Dios ofrecía en la época del Antiguo Testamento? Si esos sacrificios no podían realmente salvar a los pecadores, ¿cuál era entonces su propósito?**
**Hebreos 10: 3-10**
Este pasaje explica que los sacrificios animales solo tenían un efecto temporal, recordando los pecados de quienes los ofrecían, pero no podían quitar verdaderamente el pecado ni transformar el corazón del pecador. El autor señala que estos sacrificios se repetían constantemente porque no podían hacer perfecta a la conciencia de los que los ofrecían; en realidad, solo servían como una sombra o símbolo de la obra redentora futura.
El propósito principal de estos sacrificios era señalar hacia la obra suprema de Cristo, el verdadero sacrificio que quita el pecado de manera definitiva. La repetición constante de los sacrificios en el sistema mosaico subrayaba la insuficiencia de los animales para eliminar el pecado, pero a la vez, preparaba a los creyentes para aceptar la obra perfecta de Jesús, quien, con su sacrificio, ofrecido una sola vez, cumplió los requisitos de la ley y perfeccionó para siempre a los que se acercan a Dios por medio de Él.
**Los corderos y otros animales sacrificados eran meros símbolos que apuntaban hacia el sacrificio expiatorio del Cordero de Dios. Eran actos de fe que daban a los pecadores la oportunidad concreta de expresar su confianza en la obra del Mesías venidero.**
A menudo nos referimos a esta clase de representaciones sacrificiales como «tipos», o modelos ilustrativos, que encontraron su cumplimiento cuando fueron reemplazados por su correspondiente «antitipo»; es decir, por la realidad que ellos anunciaban o representaban anticipadamente. Algunos incluso han descrito esos sacrificios como «miniprofecías» acerca de la muerte de Jesús en la Cruz.
**Los rituales asociados al sacrificio** se parecían a la compra de un pasaje para realizar un viaje. Cuando se compra un pasaje de tren, de autobús o de avión, no se recibe inmediatamente el viaje por el que se ha pagado. En su lugar, uno recibe un billete o tarjeta de embarque, un símbolo o promesa del viaje que hará. Uno puede sentarse sobre ese trozo de papel, pero eso no lo llevará a ningún lugar. No obstante, cuando la persona está ya dentro del medio de transporte y comienza el viaje, ha recibido aquello por lo que pagó. El pasaje, el trozo de papel, deja entonces de ser necesario.
**Lo mismo ocurría con los animales sacrificados**. Desempeñaban un papel importante, pero una vez realizado el verdadero sacrificio, el de Cristo en la Cruz, dejaron de tener sentido, algo que resultó evidente cuando el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo del Santuario terrenal se rasgó al morir Jesús.
«Entonces el velo del templo se rasgó en dos, desde arriba hacia abajo» (Marcos 15: 38).
Este evento simboliza que, mediante la muerte de Jesús, el acceso directo a la presencia de Dios fue abierto para todos, eliminando la necesidad de los rituales y sacrificios temporales del sistema mosaico. El sistema de sacrificios, el Templo y todo lo demás señalaban a la muerte de Jesús en la Cruz. Una vez que Jesús cumplió su misión en la Cruz y resucitó victorioso, los tipos o representaciones se volvieron innecesarios, pues la realidad había llegado en la persona de Cristo.
**Piensa en cuán grave es el pecado**, al punto de que solo la muerte de Jesús, el Verbo encarnado (ver Juan 1: 1-3, 14), podía expiarlo.
**¿Qué nos dice esto acerca de cuál debe ser nuestra actitud hacia el pecado?**
La magnitud del sacrificio revela que el pecado es una ofensa grave contra la santidad de Dios, y solo un sacrificio perfecto y completo, como el de Jesús, puede remediar esa ofensa. Por ello, debemos tener una actitud de arrepentimiento genuino, humildad y reconocimiento de nuestra necesidad de la gracia de Dios para ser perdonados y transformados.
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**Martes, Mayo 06**
**El cordero de la pascua**
El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como «el Cordero» casi treinta veces.
El pueblo de Dios ha utilizado corderos como símbolos del Mesías venidero desde el inicio mismo del Plan de Redención. Abel ofreció «de los primerizos de sus ovejas» (Génesis 4: 4), y antes de que Israel partiera de Egipto hacia la Tierra Prometida, se le ordenó que redimiera a cada persona o animal primogénito sacrificando en su lugar un cordero de un año (Éxodo 12: 5).
**Lee Éxodo 12: 1-11; Isaías 53: 7 y 8; 1 Corintios 5: 7; y Apocalipsis 5: 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual? ¿Qué significa eso para cada uno de nosotros?**
**Éxodo 12: 1-11**
Este pasaje describe la institución de la Pascua, en la que los israelitas debían sacrificar un cordero sin defecto y marcar sus puertas con su sangre. La sangre del cordero protegía a los hogares del juicio de la muerte, que azotaba a Egipto, y señalaba a la futura redención en Cristo, cuyo sacrificio sería la verdadera protección contra la muerte eterna.
**Isaías 53: 7 y 8**
Este capítulo profetiza el sufrimiento del Mesías, comparándolo con un cordero llevado al matadero, que no abre su boca. La descripción muestra que Jesús, como el Cordero de Dios, aceptó su sacrificio con humildad y sin resistencia, sometiéndose para cumplir la voluntad de Dios y redimir a la humanidad.
**1 Corintios 5: 7**
Pablo llama a Jesús «el Cordero pascual», señalando que su sacrificio es el cumplimiento perfecto de la Pascua. La limpieza y pureza del cristiano deben reflejar esa realidad, ya que Cristo, nuestro Cordero, nos purifica del pecado.
**Apocalipsis 5: 6**
Aquí, Jesús es representado como un Cordero que fue inmolado, pero que también está en medio del trono, símbolo de autoridad y victoria. Su sacrificio fue completo, y ahora reina victorioso, como el Cordero que fue inmolado pero vive para siempre.
**¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual?**
Que Jesús, en su muerte, cumplió y superó todas las expectativas del sacrificio pascual. Él es el Cordero sin mancha, cuya sangre nos protege del juicio y nos ofrece redención y vida eterna. Para cada uno de nosotros, esto significa que debemos aceptar esa gracia, vivir en pureza y reflejar en nuestra vida el carácter de Jesús, quien se entregó por amor y por la salvación del mundo.
**¿Cómo podemos reflejar mejor el carácter perfecto de Jesús en nuestra vida?**
Al imitar su humildad, su amor sacrificial y su obediencia perfecta, buscando vivir en justicia, misericordia y verdad. También, fortaleciendo nuestra fe en su obra redentora y permitiendo que su espíritu transforme nuestro carácter para que podamos ser testimonios vivos de su gracia.
**Miércoles, Mayo 07**
**Jesús en el templo**
Hay tensión en toda la historia de la Salvación. Dios desea restaurar la comunión que una vez disfrutamos con él y anhela acercarse a nosotros, pero llevar a los pecadores a su presencia los destruiría.
«Tú no eres un Dios que se complace en la maldad. El malo no habitará junto a ti» (Salmo 5: 4).
Este versículo refleja la santidad absoluta de Dios y su rechazo a la presencia del pecado en su estado actual. La justicia y pureza de Dios no permiten que el pecado quede sin castigo ni que los impuros puedan estar en su presencia sin mediación.
Al mismo tiempo, David también dice:
«Pero yo, por la riqueza de tu constante amor, entraré en tu casa. Con reverencia adoraré en tu santo templo» (Salmo 5: 7).
Este versículo revela el deseo de acercarse a Dios, confiando en su misericordia y amor inagotable. La entrada en su presencia requiere gratitud, reverencia y un corazón arrepentido, reconociendo que solo por su gracia y sacrificio podemos estar en comunión con Él.
**Lee Hageo 2: 7-9**
Mientras se construía el segundo Templo, el profeta Hageo comunicó la asombrosa promesa de que el nuevo Templo sería más glorioso que el anterior.
¿Pero qué significaba esa promesa?
Cuando Salomón dedicó el primer Templo, la gloria (kabod) de Dios que había acompañado a los hijos de Israel en su camino a Canaán llenó el Templo, por lo que los sacerdotes no pudieron permanecer allí para completar su labor (1 Reyes 8: 10-11). La presencia manifiesta de Dios en aquel momento fue tan intensa que llenó el lugar de su gloria.
Cuando se dedicó el segundo Templo, no estaba en él el Arca del Pacto, que representaba el Trono de Dios, pues Jeremías la había escondido (Jeremías 3: 16-17). La presencia literal de Dios no llenó el Templo esta vez, lo cual fue desgarrador para los creyentes. Entonces, ¿cómo se haría realidad la promesa registrada por Hageo?
La respuesta está en que en ese segundo Templo, Jesús, la encarnación de Dios, apareció en persona, en carne y hueso. Dios mismo salió de detrás del velo para convertirse en uno de nosotros y unirse a nosotros en este mundo arruinado por el pecado. Puesto que el Hijo de Dios era ahora el Hijo del Hombre, podíamos ver su rostro, oír su voz y ser testigos, por ejemplo, de cuando curó con su toque a un leproso impuro (Mateo 8: 3).
En lugar de que nosotros nos acerquemos a Él, Dios se acercó personalmente a nosotros cuando descendió en la persona de Jesús y vino a nuestro encuentro. No es, pues, de extrañar que la Biblia dijera de Jesús:
«La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa: “Dios con nosotros”» (Mateo 1: 23).
Piensa en lo que esto significa: que el Creador del cosmos haya estado dispuesto no solo a vivir entre nosotros, sino a morir por nosotros. La Cruz es la mayor manifestación del amor de Dios.
**¿De qué otras maneras podemos ver y experimentar la realidad del amor de Dios?**
Podemos experimentarlo a través de la gracia que nos transforma, la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón, las respuestas a nuestras oraciones, la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4: 7), y en la esperanza de la vida eterna que Jesús nos prometió. La Cruz, además, nos invita a amar como Él amó, a servir a los demás y a confiar en que, pese a las dificultades, su amor nunca nos abandona.
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**Jueves, Mayo 08**
**Tú creaste todas las cosas**
Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios.
Ezequiel lo vio por encima del firmamento (Ezequiel 1: 26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isaías 6: 1).
A su vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apocalipsis 4: 2-11).
Los tipos propios del servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre de Cristo (ver, por ejemplo, Levítico 16: 2, 14).
**Lee Isaías 6: 1-5 y Apocalipsis 4: 2-11. ¿Qué elementos de estas dos visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos: ¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca de Dios es subrayada en estas visiones?**
En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios.
En la visión de Isaías, la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y «los quiciales de las puertas se estremecieron» (Isaías 6: 4), mientras los serafines proclamaban:
«¡Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria!» (Isaías 6: 3).
En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración:
«¡Santo, santo, santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir!» (Apocalipsis 4: 8).
Cada profeta presenció una escena deslumbrante acerca de la gloria de Dios, resaltando su santidad absoluta y su carácter infinito.
Luego, en ambas visiones, la reacción del ser humano ante la presencia de Dios es la misma:
Isaías exclama que es un hombre de labios impuros (Isaías 6: 5), reconociendo su indignidad y su pecado.
Juan, por su parte, llora porque se enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apocalipsis 5: 4).
Estas reacciones muestran que, cuando somos confrontados directamente con la santidad de Dios, comenzamos a comprender nuestra verdadera condición: somos totalmente indignos y necesitamos a Cristo como Redentor.
Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás.
Al ver a Cristo como es en realidad, «el Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 5: 12), vemos también al Padre tal cual es.
Cuán reconfortante es saber que, al contemplar a Jesús, descubrimos cómo es el Padre (Juan 14: 9).
Pero, la mayor revelación de cómo es el Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.
**La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas:**
- Que Dios nos ama al punto de sacrificarse por nosotros,
- Y que nuestra condición como pecadores es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.
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**Viernes, Mayo 09**
**Para estudiar y meditar**
Las Escrituras dejan claro que Cristo es el único que puede asegurar nuestra salvación.
Su vida fue la única sin pecado, el único ejemplo de una vida que satisfizo perfectamente la gloria del Padre. Él es el Cordero de Dios sin mancha y ahora está a la cabeza de la raza humana como nuestra seguridad eterna.
Al mismo tiempo, cargó con nuestra culpa, satisfaciendo así el juicio que es la respuesta de Dios a la maldad.
Cuando Juan presencia la increíble escena de los seres celestiales reunidos en torno al Trono de Dios, se le dice que deje de llorar porque «el León de la tribu de Judá […] ha vencido» (Apocalipsis 5: 5).
**Reflexiona también sobre lo grave que es el pecado y lo profundamente corrompida que está la humanidad**, al punto de que solo la muerte de Jesús, Dios mismo, podía resolver el problema del pecado.
De haber existido alguna otra manera de salvarnos, no cabe duda de que Dios la habría empleado.
«La quebrantada Ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo solamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre.
Puesto que la Ley divina es tan sagrada como Dios mismo, solo uno igual a Dios podía expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo.
Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos.
Precursores
Lee para el estudio de esta semana
Daniel 2: 31-45; Daniel 3: 1-12, 17, 18; Apocalipsis 13: 11-17; Romanos 1: 18-25; Hechos 12: 1-17; Mateo 12: 9-14.
Para memorizar
«Porque no nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Tim. 1: 7).
Esta semana estudiaremos otras dos historias bíblicas que prefiguran los acontecimientos de los últimos días con gran detalle.
En primer lugar, examinaremos el relato de Sadrac, Mesac y Abednego, que contiene alusiones evidentes al capítulo 13 de Apocalipsis. Veremos luego la historia de los apóstoles y la experiencia de los primeros cristianos para comprender lo que nos queda aún por delante hasta el regreso de Cristo.
Ambos ejemplos, el de los tres jóvenes hebreos y el de la iglesia apostólica, ponen de relieve un valor extraordinario y contienen claves para disfrutar de paz espiritual aun en las circunstancias más difíciles.
Jesús dijo una y otra vez cosas como «no temas» y «¿por qué están turbados y suben esos pensamientos a su corazón?». Es importante recordar que el centro de la profecía es Cristo y que debemos por ello ser capaces de escuchar ese mismo mensaje del Señor en las escenas proféticas de los momentos finales de la Tierra. Como dijo a sus discípulos: «No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios, crean también en mí» (Juan 14: 1).
En otras palabras, aunque los eventos de los últimos días serán difíciles para quienes decidan permanecer fieles a Dios, debemos verlos con esperanza, no con temor.
Domingo 15 de Junio
DANIEL 2 Y EL ENFOQUE HISTORICISTA DE LA PROFECÍA
La profecía que aparece en Daniel 2 es una de las más poderosas de toda la Escritura. Casi seis siglos antes de Cristo, el profeta expone la historia del mundo desde la época de Babilonia y a través de Medopersia, Grecia y Roma hasta la fragmentación de esta en lo que son hoy las naciones europeas.
De hecho, la profecía dijo de estas naciones europeas que “se mezclarán por medio de casamientos pero no se unirán el uno con el otro, así como el hierro no se mezcla con la arcilla” (Dan. 2:43). Esta predicción se ha cumplido asombrosamente. Es decir, a pesar de todo tipo de alianzas matrimoniales entre estas naciones, siguen divididas.
Por ejemplo, la monarquía británica se llama Casa de Windsor, un nombre inglés. Sin embargo, esa designación es relativamente reciente, ya que data de 1917. Antes de eso, la familia se llamaba Casa de Saxe-Coburg y Gotha, un nombre claramente alemán, pues muchos miembros de la realeza británica, al mezclarse “por medio de casamientos”, eran parientes consanguíneos de los alemanes.
Sin embargo, esos lazos de sangre no bastaron para mantenerlos alejados de la guerra, ya que durante la Primera Guerra Mundial, y en un intento de desvincularse de sus odiados enemigos, cambiaron su nombre por el de Casa de Windsor.
Lee Daniel 2:31 al 45. ¿Cuál fue el sueño de Nabucodonosor y cómo lo interpretó Daniel?
Todas las profecías apocalípticas de Daniel siguen la base establecida en Daniel 2. Es decir, la secuencia de un imperio mundial tras otro hasta que Dios establece su reino eterno (ver Dan. 2:44; 7:13, 14). En otras palabras, esas profecías anunciaban una serie ininterrumpida de imperios desde la antigüedad hasta el fin de la historia, incluyendo nuestros días.
Este enfoque o interpretación historicista de las profecías surge de los textos mismos y es crucial para comprender los acontecimientos de los últimos días, particularmente los descritos en Apocalipsis.
¿Cómo demuestra Daniel 2 que Dios no solo conoce el futuro sino también tiene, en última instancia, el control de este?
Lunes 16 de Junio
LA ADORACIÓN DE LA IMAGEN
La atención que Nabucodonosor prestó a Daniel y a su Dios en un principio, cuando estaba aún impresionado por lo que se le reveló (ver Dan. 2, especialmente los versículos 46-48), no duró mucho.
Lee Daniel 3:1 al 12. ¿Qué implica el hecho de que la estatua fuera solo de oro y que el rey exigiera que se la adorara?
El rey subrayó su desafío al mensaje de Dios construyendo una estatua que estaba hecha solo de oro. ¿Cuál era el mensaje? Que Babilonia nunca caería y que Nabucodonosor siempre sería rey. Quienquiera que se atreviera a desafiar esa idea sería ejecutado.
Esto sirve como un poderoso recordatorio de que nuestro deseo humano de autodeterminación puede cegarnos e impedir que aceptemos la verdad acerca de cómo se desarrollará el Gran Conflicto.
Nabucodonosor manifiesta en algunos sentidos características de Lucifer, ya que era ambicioso, engreído y orgulloso como para rebelarse abiertamente contra la autoridad de Dios. En otros aspectos, por supuesto, hay marcadas diferencias. Nabucodonosor aceptó finalmente al Dios verdadero y es probable que lo encontremos en el Reino que tanto desafió.
Lee en Daniel 3:17 y 18 las desafiantes palabras dirigidas por los tres jóvenes hebreos al rey. ¿Qué nos enseña esto?
Piensa en las salidas que esos tres jóvenes podrían haber considerado para evitar tan peligrosa situación. ¿No sería acaso una muestra de fanatismo dejarse quemar vivos por no ofrecer una simple reverencia? ¿No podrían haber fingido, inclinándose para ajustar su calzado mientras oraban a Dios? ¿Valía realmente la pena lo que les esperaba?
Pensaban obviamente que sí, aunque lo que dijeron mostraba que eran conscientes de que era muy probable que morirían.
¿Cómo podemos evitar las racionalizaciones que comprometen nuestra fe? ¿Qué dice el siguiente texto acerca de una tentación similar?:
> “El que es fiel en lo muy poco también en lo más será fiel; y el que en lo muy poco es injusto también en lo más será injusto” (Lucas 16:10).
Martes 17 de Junio
OTRA IMAGEN Y LA ORDEN DE ADORARLA
Hace tiempo que los estudiosos de la Biblia ven la conexión entre Daniel 3 y lo que Apocalipsis enseña acerca de los eventos finales. Efectivamente, la orden de “adorar la imagen” o morir (Dan. 3:15) refleja lo que el Apocalipsis enseña acerca de la orden de rendir culto a una imagen so pena de muerte:
> “Se le permitió infundir aliento a la imagen de la primera bestia, para que la imagen pudiera hablar y dar muerte a todo el que no adore a la imagen de la bestia” (Apoc. 13:15).
Lee Apocalipsis 13:11 al 17; 14:9, 11 y 12; 16:2; 19:20; y 20:4. ¿Qué contraste hay aquí que implica un conflicto entre los mandamientos de Dios y los de hombres?
El pueblo de Dios está llamado a adorar “al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”, es decir, al Creador, en contraposición con la bestia y su imagen. Los tres jóvenes hebreos se negaron, ante una amenaza similar, a adorar a otro que no fuera el Dios Creador.
Lee Romanos 1:18 al 25. ¿De qué manera la adoración de la imagen de la bestia es solo otra manifestación del mismo principio en juego: quién debe ser objeto de la lealtad de los seres humanos?
Adorar no significa única o necesariamente inclinarse ante una imagen y ofrecerle incienso. Adoramos aquello a lo que en última instancia somos leales. Cuando consideramos quién es nuestro Dios Creador y lo que ha hecho por nosotros al redimirnos por medio de Jesús, nos damos cuenta de que es el único que merece ser adorado.
Todo lo demás es idolatría. Tal vez esto ayuda a comprender las severas palabras de Jesús:
> “El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30).
Miércoles 18 de junio
LA PERSECUCIÓN A LA IGLESIA PRIMITIVA
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento contienen ejemplos de precursores de los acontecimientos finales. La vida no fue fácil para los cristianos del primer siglo.
> “Los poderes de la Tierra y del infierno se coligaron contra Cristo en la persona de sus seguidores. El paganismo previó que, de triunfar el evangelio, sus templos y sus altares serían derribados; por lo tanto, reunió sus fuerzas para destruir el cristianismo. Se encendieron los fuegos de la persecución” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 43).
Lee Hechos 12:1 al 19. ¿Qué elementos de esta historia podrían presagiar los acontecimientos de los últimos días?
Pedro fue milagrosamente puesto en libertad y se dirigió a una reunión de creyentes que, paradójicamente, dudaban de que hubiera sido liberado aunque estaban orando por ello. La Biblia dice que quedaron atónitos, lo que nos llama a reflexionar acerca de cuántas veces oramos sin confiar demasiado en que Dios nos responderá.
Jesús mismo le anunció a Pedro cómo moriría:
> “Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías. Pero cuando seas anciano, extenderás tus manos y otro te ceñirá, y te llevará a donde no quieras” (Juan 21:18, 19).
¿Qué debería decirnos esto acerca de por qué ni siquiera el riesgo de la muerte debería impedirnos seguir al Señor?
Jueves 19 de Junio
LA MARCA DE LA BESTIA
Puesto que ciertos acontecimientos finales —como el decreto de muerte y la imposición de la marca de la bestia— aún no han sucedido, algunos han expresado dudas e incluso escepticismo.
El libro de Apocalipsis es claro: adoramos al Creador o a la bestia y a su imagen. Y dado que el séptimo día, el sábado semanal, es desde el Edén mismo la señal de Dios como Creador (ver Gén. 2:1-3), no debería sorprender que el sábado ocupe un lugar central.
Lee Mateo 12:9 al 14 y Juan 5:1 al 16. ¿Por qué quisieron los líderes religiosos matar a Jesús?
“Pero los fariseos salieron y conspiraron contra Jesús para matarlo” (Mat. 12:14).
“Perseguían a Jesús, y procuraban matarlo, porque hacía estas cosas en sábado” (Juan 5:16).
Aunque la cuestión específica allí descrita no es la misma que en los acontecimientos finales, se parece bastante: la ley humana en oposición a la de Dios. En ambos casos, la ley cuestionada tiene que ver con el sábado bíblico.
¿Morir a causa de uno de los mandamientos de Dios? ¿Cómo podría alguien racionalizar la situación para procurar una escapatoria?
Viernes 20 Junio
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Lee el capítulo titulado “La liberación del pueblo de Dios” en El conflicto de los siglos, pp. 693–710:
> “En todos los tiempos, Dios se valió de santos ángeles para socorrer y liberar a su pueblo… El Señor se complace en la misericordia; así que, por causa de los pocos que lo sirven verdaderamente, mitiga las calamidades y prolonga la tranquilidad de las multitudes…” (Elena de White, El conflicto de
los siglos, pp. 689–690).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Lee 2 Timoteo 1:7.
Analiza los aspectos de la profecía que más te han preocupado.
¿Cómo podemos librarnos del temor y encontrar el mensaje de esperanza de Dios, aun en medio de las profecías que se refieren a la persecución por causa de la fe?
2. Aunque en este momento puede ser difícil ver cómo el sábado y el domingo podrían convertirse en el epicentro de los acontecimientos finales.
¿Qué debería enseñarnos esto acerca de no basar nuestra fe en los acontecimientos actuales —que pueden cambiar en un instante—, sino solo en la Palabra de Dios?
3. Piensa en Daniel 2 (e incluso en
Daniel 7).
Todos los imperios surgieron y desaparecieron exactamente como fue predicho.
Desde nuestra perspectiva actual, solo queda un reino por aparecer.
¿Cuál es ese reino y por qué podemos estar seguros de que surgirá tal como fue anunciado?