SÁBADO 28 DE JUNIO 2025
Opresión: El trasfondo y el nacimiento de Moisés
Lee para el estudio de esta semana
Éxodo 1: 1-22; Génesis 37: 26-28; Génesis 39: 2, 21; Hechos 7: 6; Gálatas 3: 16, 17; Éxodo 2: 1-25.
Versículo para memorizar:
«Los israelitas, gimiendo a causa de la servidumbre, clamaron, y su clamor subió hasta Dios con motivo de su servidumbre. Dios oyó su gemido, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los israelitas y reconoció su condición» (Éxo. 2: 23-25).
El libro de Éxodo resuena con relatos de oprimidos, marginados, perseguidos, explotados y degradados. Por lo tanto, quienes se sienten hoy abandonados, olvidados y esclavizados pueden tener esperanza, pues el mismo Dios que salvó a los hebreos es capaz de salvarlos a ellos también.
Éxodo habla de las batallas existenciales, las injusticias y las pruebas que forman parte de la vida. Todos pueden sentirse alentados por los relatos de las intervenciones de Dios en favor de su pueblo sufriente. El Señor escucha el clamor de los oprimidos, ve sus luchas, nota sus lágrimas y agonía, y acude en su rescate.
Dios toma la iniciativa para liberar a quienes confían en él. Solo tenemos que aceptar por fe lo que él nos ofrece. Por eso es necesario estudiar el Éxodo, porque señala lo que Jesús ha hecho por todos nosotros. Es un libro acerca de la redención, la liberación y la salvación final. Todo lo cual está a nuestra disposición por la fe gracias a lo que Cristo Jesús ha logrado en nuestro favor.
En medio de la confusión y la oscuridad, si nuestros ojos están fijos en Dios, podemos reconocer su presencia, su cuidado y su ayuda mientras nos guía a la eterna «Tierra Prometida».
DOMINGO 29 DE JUNIO 2025
El pueblo de Dios en Egipto
El libro de Éxodo es conocido como shemot («nombres») en hebreo, en armonía con las palabras iniciales de ese antiguo documento que comienza con la expresión: «Estos son los nombres...», en referencia a los de la familia del patriarca Jacob que se enumeran desde el principio.
Lee Éxodo 1: 1 al 7. ¿Qué verdad crucial se expresa aquí?
El libro de Éxodo comienza con un recordatorio de la bendición de Dios. Cuando el patriarca Jacob y su familia se establecieron en Egipto eran solo setenta personas (Gén. 46: 27; Éxo. 1: 5), pero los israelitas «crecieron y se multiplicaron. Se aumentaron y fortalecieron en extremo, y llenaron el país» (Éxo. 1: 7). En la época del Éxodo eran «como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar las mujeres y los niños» (Éxo. 12: 37).
Lee Éxodo 1: 8 al 11. ¿Cuál era la situación de los israelitas en el momento del Éxodo?
El texto bíblico describe con tonos oscuros la historia de los hijos de Israel en Egipto, ya que comienza con su esclavitud a manos de los capataces egipcios y el trabajo opresivo que se les impuso. Sin embargo, el libro de Éxodo termina con la presencia apacible y reconfortante de Dios en el Tabernáculo, en el centro del campamento israelita (ver Éxo. 40). Entre estos dos polos opuestos se describe el triunfo de Dios. Al liberar el Señor a su pueblo de la esclavitud, al abrir el Mar Rojo y al derrotar al ejército más poderoso de la época, se revela la espectacular victoria de Dios sobre las fuerzas del mal.
El relato destaca la paradoja de que, cuanto más afligían los opresores a los israelitas, «tanto más se multiplicaban y crecían» (Éxo. 1: 12). Es decir, independientemente de las maquinaciones humanas, Dios sigue siendo soberano y salvará a su pueblo aunque las circunstancias parezcan desesperadas, al menos desde una perspectiva humana.
Surgió un nuevo rey que no conocía a José. ¿Qué nos enseña este relato acerca del error de dar por sentadas las circunstancias, especialmente las buenas?
LUNES 30 DE JUNIO 2025
El trasfondo histórico
Cuando la familia de Jacob llegó a Egipto después de pasar hambre en Canaán (Gén. 46), el rey egipcio se mostró amigable con los hebreos a causa de José y de todo lo que este había hecho por los egipcios.
«Y agregó Faraón a José: “Ahora te he puesto sobre toda la tierra de Egipto”. Entonces Faraón quitó su anillo de su mano y lo puso en la mano de José. Lo hizo vestir de lino finísimo y puso un collar de oro en su cuello. Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron ante él: “¡Doblen la rodilla!”. Y lo puso sobre toda la tierra de Egipto» (Gén. 41: 41–43).
¿Cuál fue la clave del asombroso éxito de José en Egipto tras un comienzo tan difícil? (Lee Gén. 37: 26–28; 39: 2, 21).
El trasfondo histórico más plausible de la historia de José sugiere que el nuevo rey que «no conocía a José» (Éxo. 1: 8) fue Amosis I (1570 a. C.-1546 a. C.). Luego vino Amenhotep I (1553 a. C.-1526 a. C.), el gobernante que temía a los israelitas y los oprimía. Más tarde, Tutmosis I (1525 a. C.-1512 a. C.) decretó la muerte de todos los hijos varones hebreos recién nacidos. Su hija Hatshepsut (1503 a. C.-1482 a. C.) fue la princesa que adoptó a Moisés como hijo. El faraón Tutmosis III (1504 a. C.-1450 a. C.), corregente de Hatshepsut durante algún tiempo, fue el faraón del Éxodo.
El Éxodo ocurrió, según los mejores cálculos, en marzo del año 1450 a. C. (ver William H. Shea, «Exodus, date of the», en The International Standard Bible Encyclopedia, editada por Geoffrey W. Bromiley y otros [Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1982], t. 2, pp. 230-238). Para comprender la época del Éxodo, estudia los siguientes textos bíblicos: Génesis 15: 13-16; Éxodo 12: 40, 41; Jueces 11: 26; 1 Reyes 6: 1 (ver también Hech. 7: 6; Gál. 3: 16, 17).
El primer capítulo del libro de Éxodo abarca un largo período: desde la época de José, cuando su padre Jacob con toda la familia entró en Egipto, hasta el decreto de muerte del faraón. Aunque existe cierto debate acerca de la extensión exacta de ese período, lo importante es que el Señor no se olvidó de ellos incluso cuando el pueblo de Dios era esclavizado en tierra extranjera.
Es decir, aunque desconocemos por ahora muchos detalles acerca de la historia de los hebreos en Egipto en aquella época (ver 1 Cor. 13: 12), la revelación del carácter de Dios sigue brillando a través de las páginas de este libro al igual que en toda la Escritura. Por adversas que sean las circunstancias, Dios siempre está presente y podemos confiar en él cualquiera que sea nuestra situación.
Martes 1 de julio
Las parteras de las Hebreas
No es posible entender el libro de Éxodo sin el precedente de las enseñanzas del Génesis. Los israelitas se trasladaron a Egipto y fueron esclavizados allí tras una época de gran prosperidad y paz.
Dios no abandonó a su pueblo, aunque a veces pueda dar esa impresión. Sin duda, muchos hebreos se desesperaron por su difícil situación. No obstante, el Señor acudió en el momento de angustia para auxiliarlos con su mano poderosa. Nuestro Señor anima a sus seguidores: «Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás» (Sal. 50: 15).
Lee Éxodo 1: 9 al 21. ¿Qué papel clave desempeñaron las parteras fieles y por qué su actuación quedó registrada para la posteridad?
En el libro de Éxodo no se menciona el nombre de ningún faraón. Solo reciben el título de «faraón», que significa «rey». Los egipcios creían que el faraón era una deidad en la Tierra, el hijo del dios Ra (o de Osiris u Horus), considerado la deidad egipcia más elevada, el mismísimo dios Sol.
Sin embargo, a pesar de todo su poder, este «dios» no era capaz de obligar a las parteras a actuar contra sus convicciones. De hecho, en contraste con el faraón sin nombre, se identifica a las dos parteras como Sifra y Fúa (Éxo. 1: 15), muy estimadas porque temían al Señor. La malvada orden del faraón no tuvo efecto en ellas porque respetaban más a Dios que las órdenes de un gobernante terrenal (ver también Éxo. 5: 29). En consecuencia, Dios las bendijo juntamente con sus respectivas familias. Qué poderoso testimonio de fidelidad. Estas mujeres no solo sabían qué era lo correcto, sino que también decidieron hacerlo a pesar de su escaso conocimiento teológico.
Cuando el faraón vio que su complot fracasaba, ordenó a los egipcios que mataran a todos los bebés varones hebreos recién nacidos. Debían arrojarlos al río Nilo, probablemente como ofrenda a Hapi, dios del Nilo y de la fertilidad. Este es el primer caso registrado de israelitas condenados a muerte solo por ser israelitas. El propósito del decreto de muerte era someter a los hebreos aniquilando a sus descendientes varones e integrando a sus mujeres a la nación egipcia para terminar así con la amenaza que el faraón creía que representaban para su nación.
Las parteras no solo sabían qué era lo correcto, sino que también lo llevaron a cabo. ¿Qué enseñanza nos deja su ejemplo?
Miércoles 2 de julio
El nacimiento de Moisés
Lee Éxodo 2: 1 al 10. ¿Qué papel desempeñaron la providencia y la protección de Dios en la historia del nacimiento de Moisés?
El trasfondo histórico del nacimiento y la vida de Moisés es apasionante porque él vivió durante la época de la célebre decimoctava dinastía egipcia. Uno de los reyes de esta dinastía, Tutmosis III, llamado el «Napoleón de Egipto», es considerado uno de los faraones más famosos del antiguo Egipto.
Aunque fue condenado a muerte al nacer (ver Éxo. 1: 22), Moisés nació como un hijo especial (hebreo tob, literalmente «bueno»; Éxo. 2: 2). El término hebreo tob describe algo más que la belleza externa. Esta palabra se utiliza, por ejemplo, para describir la obra de Dios durante la semana de la Creación, cuando declaró que todo era «bueno» y «bueno en gran manera» (Gén. 1: 4, 10, 31).
Como nueva creación, este niño «bueno» llegaría a ser, en armonía con el plan de Dios, el adulto que libertaría a los hebreos de su esclavitud. ¿Quién habría imaginado cuando nació, especialmente en circunstancias tan terribles, el futuro de este niño? Sin embargo, Dios cumpliría las promesas que hizo a Abraham, Isaac y Jacob de otorgar la Tierra Prometida a sus descendientes (Éxo. 2: 24, 25), para lo cual utilizaría a este bebé tob décadas más tarde.
La princesa egipcia Hatshepsut adoptó a Moisés como hijo. El nombre dado a Moisés es de origen egipcio y significa «hijo de» o «nacido de», como se refleja en los nombres Amosis («hijo de Aj») o Tutmosis («hijo de Tut»). En hebreo su nombre significa «sacado», ya que fue milagrosamente salvado cuando fue «sacado» del río.
Es poco lo que sabemos acerca de sus primeros años de vida. Tras ser salvado milagrosamente y adoptado por Hatshepsut, Moisés vivió sus primeros doce años con su familia original (Éxo. 2: 7-9; Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 222) y recibió la mejor educación egipcia con el fin de prepararlo para ser el próximo faraón de Egipto (Patriarcas y profetas, p. 223). Gran parte de esa educación resultó inútil e incluso contraria a lo que realmente importaba: el conocimiento de Dios y de su verdad.
¿Cuánto de lo que estás aprendiendo es en última instancia inútil para lo que realmente importa?
Jueves 3 de julio
Un cambio de planes
Lee Éxodo 2: 11 al 25. ¿Qué eventos sucedieron precipitadamente y cambiaron por completo el rumbo de la vida de Moisés? ¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia?
¿Qué haría Moisés? ¿Sucumbiría a la atracción de Egipto y a los placeres de la corte o soportaría las penurias junto a su pueblo? Los acontecimientos pronto lo obligaron a tomar una decisión.
«Al oír esto, Faraón procuró matar a Moisés. Pero Moisés huyó de Faraón y fue a vivir en la tierra de Madián. Al llegar allá se sentó junto a un pozo» (Éxo. 2: 15).
Después de su crimen, Moisés realmente no tuvo elección, al menos en lo que respecta a permanecer en Egipto. Cualesquiera que fueran los planes que tenía para ascender al trono de Egipto y convertirse en un «dios», se desvanecieron rápidamente. En lugar de convertirse en un dios falso, Moisés serviría al Dios verdadero. Cuando huyó, Moisés no tenía idea de lo que le deparaba el futuro.
«Todo el asunto [de la muerte del egipcio a manos de Moisés], exagerado en sumo grado, se supo rápidamente entre los egipcios, y hasta llegó a oídos del faraón. Se le dijo al rey que este acto era muy significativo; que Moisés tenía el propósito de acaudillar a su pueblo contra los egipcios; que quería derrocar el gobierno y ocupar el trono; y que no habría seguridad para el reino mientras él viviera. El monarca decidió en seguida que debía morir. Reconociendo su peligro, Moisés huyó hacia Arabia» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 225).
Moisés vivió 120 años (Deut. 34: 7), y su vida puede dividirse en tres etapas de 40 años cada una. Pasó los primeros 40 años en Egipto, gran parte de ellos en el palacio real. Los segundos 40 años transcurrieron en casa de Jetro, en Madián.
Sin embargo, son los últimos 40 años los que ocupan la mayor parte de los libros de Moisés y narran la historia del llamado divino hecho a Israel para que diera testimonio acerca de quién y cómo es Dios, de su naturaleza y su carácter, a un mundo sumido en la idolatría (ver Deut. 4: 6-8).
¿Era el plan de Dios que Moisés matara al egipcio? De no ser así, ¿qué nos enseña esta historia acerca de cómo Dios puede transformar cualquier situación y utilizarla para sus propósitos? ¿Cómo nos ayuda Romanos 8: 28 a comprender esta importante verdad?
Viernes 4 de julio
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «Moisés» en el libro Patriarcas y profetas, de Elena G. de White, pp. 219-227, el cual provee vislumbres significativas acerca de la porción bíblica estudiada esta semana.
El texto bíblico dice que «las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida de los niños» (Éxo. 1: 17). Elena G. de White comenta lo siguiente acerca de la fidelidad de estas dos mujeres y de la esperanza mesiánica: «Se ordenó a las mujeres cuya profesión les daba la oportunidad de hacerlo que dieran muerte a los niños varones hebreos en el momento de nacer. Satanás fue el instigador de ese plan. Sabía que entre los israelitas se levantaría un libertador; y al inducir al rey a destruir a los niños varones esperaba frustrar el propósito divino. Pero esas mujeres temían a Dios, y no osaron ejecutar tan cruel mandato. El Señor aprobó su conducta, y las hizo prosperar» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 220, 221).
Lo bueno de todo esto es que, a pesar de los planes de Satanás, Dios intervino y usó a personas fieles para frustrar los propósitos del enemigo. Vivimos en un mundo que está bajo el dominio del adversario, a quien Jesús llamó «el príncipe de este mundo» (Juan 14: 30; Efe. 2: 2). Satanás usurpó esta posición a Adán, pero Jesucristo lo derrotó durante su vida y mediante su muerte en la cruz (Mat. 4: 1-11; Juan 19: 30; Heb. 2: 14). Aunque Satanás sigue vivo y activo, como lo reveló su intento de matar a esos niños, su propia destrucción es segura (Juan 12: 31; 16: 11; Apoc. 20: 9, 10, 14). La buena noticia es que las dificultades de la vida pueden ser superadas por la gracia de Dios (Fil. 4: 13). Esa gracia es nuestra única esperanza.
Preguntas para dialogar:
¿Por qué permitió Dios que los hebreos vivieran en Egipto y fueran oprimidos? ¿Por qué tardó tanto en intervenir en favor de ellos? Compara la historia de esta semana con Génesis 15: 13-16. ¿Qué factores considera Dios que nosotros tal vez pasamos por alto?
Reflexiona acerca de cómo pudo Dios utilizar el acto impulsivo de Moisés de matar al egipcio. Supongamos que no lo hubiera hecho. ¿Habría significado eso que los hebreos no habrían sido finalmente liberados de Egipto? Explica tus ideas al respecto.
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Lección 3: Para el 18 de octubre de 2025
MONUMENTOS DE GRACIA
Sábado 11 de octubre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Josué 3; Números 14:44; Lucas 18:18–27;
Josué 4; Juan 14:26; Hebreos 4:8–11.
PARA MEMORIZAR:
“Porque el Señor su Dios secó el agua del Jordán ante ustedes, hasta que hubieron pasado; lo mismo que había hecho con el Mar Rojo, que secó ante nosotros
hasta que pasamos. Para que todos los pueblos de la tierra conozcan la poderosa mano del Señor, y para que ustedes reverencien al Señor su Dios todos los días” (Jos. 4:23, 24).
El policía hizo una señal y Juan tuvo que detenerse. El agente le pidió la licencia de conducir. En ese momento, Juan se dio cuenta de que había dejado
su billetera con la licencia en la oficina, y explicó lo sucedido. El oficial le preguntó cuál era su ocupación y Juan respondió que era profesor. Mientras el
agente le entregaba la multa, le dijo que no pensara en ella como una sanción.
“Es una matrícula”, le dijo. “Cuando alguien quiere aprender algo, se matricula. Esta es su matrícula para aprender a no olvidar la licencia cuando conduce.
Que tenga un buen día, profesor”. Como seres humanos, somos propensos a olvidar cosas que no tenemos
constantemente a la vista. Olvidamos contestar las llamadas telefónicas, responder los correos electrónicos, regar las plantas, enviar felicitaciones de cumpleaños, etc. Sin embargo, olvidar nuestras necesidades espirituales podría tener consecuencias más graves que simplemente recibir una multa, especialmente porque ellas tienen que ver con nuestro destino eterno. Analicemos el cruce del Jordán y veamos qué podemos aprender de esa
experiencia.
Domingo 12 de octubre
EL CRUCE DEL JORDÁN
Lee Josué 3:1-5 y Números 14:41-44. ¿Por qué Dios pidió a los israelitas que se prepararan especialmente para lo que estaba a punto de suceder?
Esta es la primera vez que se menciona el arca del pacto en el libro de Josué. Hasta este momento de la narración del Antiguo Testamento, el arca había
aparecido en el contexto del Santuario (Éxo. 40:21), en el viaje de Israel desde el Sinaí (Núm. 10:33-36) y en el intento fallido de iniciar la conquista de Canaán
(Núm. 14:44). Era el objeto más sagrado del Santuario israelita y contenía tres elementos, cada uno de los cuales expresaba la relación especial de Israel con
Dios: (1) Las tablas con los Diez Mandamientos, (2) la vara del sumo sacerdote Aarón y (3) una vasija que contenía maná (Éxo. 16:33; Heb. 9:4).
El arca y los preparativos para cruzar el Jordán recordaban a Israel que no iban a entrar en Canaán a su manera y cuando quisieran. La conquista solo
tendría éxito si seguían las indicaciones de Dios, y cuando él lo indicara. Dios, a quien se describe entronizado sobre los querubines que cubrían el arca del pacto (Éxo. 25:22; Núm. 7:89), y cuyos movimientos se identifican con los del arca, entra en Canaán delante de los israelitas como Aquel que dirige la conquista.
El término traducido como “santificar” (Jos. 3:5) o “consagrar” se refiere a un proceso de purificación similar al que seguían los sacerdotes antes de
comenzar su servicio en el Santuario (Éxo. 28:41; 29:1) y como el que realizó el pueblo de Israel antes de la revelación de Dios en el Sinaí (Éxo. 19:10, 14). Esta
consagración implicaba el abandono del pecado y la eliminación de todas las impurezas rituales. La misma orden aparece en Números 11:18 en relación con
un inminente milagro de Dios. Tal preparación se exigía también antes de librar una batalla (Deut. 23:14). Para que Dios pudiera luchar por Israel, ellos debían
mostrarle su lealtad y confiar en él como su Comandante.
El milagro de cruzar el Jordán iba a demostrar a los israelitas que se podía confiar en la promesa del Señor de expulsar a los cananeos de la tierra. Aquel
que podía asegurar el cruce en seco del Jordán también podía concederles el
don de la tierra. Dios no siempre divide el Jordán. Sus intervenciones no siempre son tan evidentes. ¿Cómo crees que podemos desarrollar la preparación espiritual para experimentar y discernir las intervenciones de Dios en nuestro favor?
Lunes 13 de octubre
EL DIOS DE LAS MARAVILLAS
Lee Josué 3:6-17. ¿Qué nos dice el milagroso cruce del Jordán acerca de la naturaleza del Dios a quien servimos? El cruce del Jordán es descrito en Josué 3:5 con la palabra hebrea nifla’ot, “maravillas”. Esta palabra suele referirse a los actos poderosos y sobrenaturales de Dios que demuestran su singularidad (Sal. 72:18; 86:10). Más tarde, los israelitas meditaron en estos actos y, como resultado, alabaron al Señor (Sal. 9:1) y lo proclamaron entre las naciones (Sal. 96:3). Las plagas de Egipto (Éxo. 3:20; Miq. 7:15), el cruce del Mar Rojo y la conducción de Dios en el desierto (Sal. 78:12-16) fueron relatados como tales prodigios.
Los escritores bíblicos sabían y atestiguaban que el Dios que creó el mundo nunca se vio limitado o constreñido por su creación. Nada es imposible (heb.
“demasiado maravilloso”) para él (Jer. 32:17). Su nombre y su naturaleza son maravillosos (Jue. 13:18), y él está más allá de nuestra comprensión.
A diferencia de los dioses de las demás naciones, que no pueden salvar (Sal. 96:5, Isa. 44:8), el Dios de la Biblia es un “Dios vivo” y activo, cuyos seguidores pueden confiar en él a la espera de sus intervenciones en favor de ellos.
El profeta Zacarías utilizó un término derivado de la misma raíz que nifla’ot cuando imaginó un futuro maravilloso para Israel tras el exilio babilónico. Vio
que Jerusalén sería totalmente reconstruida, que habría ancianos sentados en las calles de la ciudad y niños jugando en ella. A los aparentemente incrédulos
habitantes de la capital, que aún mostraba los signos de su destrucción, Zacarías declaró: “Así dice el Señor de los ejércitos: ‘Si en aquellos días esto parece muy difícil a los ojos del remanente de este pueblo, ¿será también muy difícil a mis ojos?’ —declara el Señor de los ejércitos. Así dice el Señor de los ejércitos: ‘He aquí, salvaré a mi pueblo de la tierra del oriente y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré y habitarán en medio de Jerusalén; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios en verdad y en justicia’ ” (Zac. 8:6-8, LBLA). Lee Lucas 18:18-27. ¿Cómo te anima la respuesta que Jesús dio a sus discípulos
sobre confiar en Dios cuando te encuentras ante lo que parece imposible?
Martes 14 de octubre
RECUERDA
Lee Josué 4. ¿Por qué Dios pidió a los israelitas que erigieran un monumento? El propósito de estas piedras era que sirvieran como “señal”. El término
hebreo así traducido (‘ot) está a menudo asociado con la palabra “maravilla” y puede referirse a actos milagrosos realizados por Dios (ver el estudio de ayer),
como las plagas de Egipto (Éxo. 7:3; Deut. 4:34). También puede significar “símbolo” como representación de una realidad más profunda o trascendente. Por
ejemplo, el arco iris es una “señal” del pacto (Gén. 9:12, 13); la sangre en los marcos de las puertas de las casas israelitas también es designada como una
“señal” (Éxo. 12:13); y, lo que es más significativo, el sábado es una “señal” de la Creación y de la presencia santificadora de Dios (Éxo. 31:13, 17; Eze. 20:12).
En el caso de las doce piedras, la señal funcionaría como un memorial que recordara a cada generación posterior el milagro de la travesía. El término traducido en el versículo 7 como “monumento conmemorativo” (zikkaron) procede de la palabra zakar, “recordar”, que denota algo más que el acto pasivo de rememorar algo. Implica un recuerdo acompañado de una acción apropiada (Deut. 5:15; 8:2). La construcción de monumentos conmemorativos de piedra (Gén. 28:18-22) y los rituales que suscitaban preguntas (Éxo. 12:26, 27; Deut. 6:20-25) eran habituales en el Antiguo Testamento. En lugar de repetir los milagros una y otra vez, Dios establece monumentos que evocan el recuerdo de sus grandes actos y suscitan respuestas significativas. Por ello, la señal debe permanecer allí “para siempre”, lo que implica la necesidad de preservar perpetuamente este milagro del Señor en la memoria colectiva de su pueblo.
La posible pregunta de las generaciones futuras es significativa porque se formula de forma personal: “¿Qué son estas piedras para ti?”. Cada nueva generación debía interiorizar y comprender personalmente el significado que estas piedras tenían para ella. La fe en un Dios hacedor de milagros solo puede mantenerse viva si cada generación redescubre el significado de los poderosos actos del Señor para sí misma. Tal fe marcará una diferencia importante entre vivir
fielmente las tradiciones basadas en la Biblia y el tradicionalismo –la religión muerta de las generaciones carentes del valor y el fervor originales–. En definitiva, tenemos que hacer nuestra la fe basada en la Biblia. Nadie, especialmente nuestros antepasados, puede creer por nosotros.
¿Qué memoriales de tu experiencia personal con el Señor te ayudan a recordar lo que él ha hecho por ti?
Miércoles 15 de octubre
OLVIDO
Lee Josué 4:20-24 a la luz de Jueces 3:7; 8:34; Salmo 78:11; Deuteronomio 8:2, 18 y Salmo 45:17. ¿Por qué era tan importante recordar las proezas del Señor?
Observa el cambio de pronombres personales en Josué 4:23. Se dice allí que las aguas del Jordán se habían secado ante “ustedes”, es decir, ante los israelitas
que acababan de cruzar el río. Sin embargo, el texto dice luego que el Mar Rojo se había secado ante “nosotros”, los integrantes de la primera generación que
aún estaban presentes y que habían sido testigos del Éxodo. Los dos acontecimientos, vividos por dos generaciones diferentes, tenían un significado similar.
Esto permitió a la segunda de estas generaciones redescubrir el significado del cruce del Jordán a través del testimonio de sus antecesores.
Percibimos generalmente el olvido como un rasgo normal de los seres humanos. Sin embargo, el olvido en el ámbito espiritual puede acarrear graves
consecuencias. Incluso hoy, si queremos preservar nuestra identidad como pueblo que posee una vocación y una misión peculiares, tendremos que idear maneras de refrescar nuestra memoria espiritual, tanto individual como corporativa, para no perder de vista nuestro origen, nuestra identidad y nuestra misión. Lee 1 Corintios 11:24, 25 y Juan 14:26. ¿Por qué debemos recordar siempre lo que Cristo hizo por nosotros? ¿Hay acaso algo más importante que eso?
Elena de White comprendió claramente que si no avanzamos de manera constante a la luz de los actos pasados de Dios y de su revelación, seguramente
perderemos la motivación para cumplir nuestra misión en el futuro. Ella escribió: “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (Notas biográficas, p. 193).
Aunque es importante recordar el pasado y cómo el Señor ha obrado en tu vida, ¿por qué debes tener día a día una experiencia renovada con él y experimentar ahora la realidad de su amor y presencia?
Jueves 16 de octubre
MÁS ALLÁ DEL JORDÁN
“Convirtió el mar en tierra seca, por el río pasaron a pie. ¡Alegrémonos, pues, en él!” (Sal. 66:6). Tanto el cruce del Mar Rojo como el del Jordán señalan una nueva era en la historia bíblica, y ambos tienen un significado simbólico (ver Sal. 66:6; 114:1-7;
2 Rey. 2:6-15). Ya en el Antiguo Testamento hay textos que vinculan los dos acontecimientos y reconocen un significado que apunta más allá de los escenarios
originales. En el Salmo 66:6, el salmista celebra el acto redentor de Dios en su vida (Sal. 66:16-19) refiriéndose a los ejemplos históricos del cruce del Mar Rojo
y del Jordán.
El Salmo 114 también vincula ambos acontecimientos, no porque el autor no viera una diferencia cronológica entre ellos, sino por el significado teológico que
comparten las dos travesías. Así, se considera que los dos eventos contribuyen a un cambio en el estatus de Israel. Primero, de la esclavitud a la libertad. Luego, del nomadismo a la condición de nación. En estos Salmos, los ejemplos de las dos travesías ilustran el cambio de estatus del autor, que pasa de la opresión, la pobreza, el desamparo y la humillación a la seguridad, el bienestar, la salvación
y la dignidad.
En el contexto de un milagro similar al registrado en Josué, también junto al Jordán tuvo lugar la traslación de Elías. Para Elías, la travesía supuso el cambio de
estatus más significativo de su vida: su traslado al Cielo. Para Eliseo, el cambio también es importante, ya que el ayudante del profeta (1 Rey. 19:21) se convierte en el profeta de la nación (2 Rey. 2:22). Lee Mateo 3:16, 17 y Marcos 1:9. ¿De qué manera dan a entender estos escritores del Nuevo Testamento que el río Jordán tiene un significado simbólico y espiritual?
El ministerio terrenal de Jesús como Representante de Israel sigue el modelo de la historia del antiguo pueblo de Dios. Jesús pasa por las experiencias del
“Mar Rojo” y del “Jordán”. Es llamado a salir de Egipto tras un decreto de muerte (Mat. 2:14-16), pasa 40 días en el desierto (Mat. 4:2), similares a los 40 años del
antiguo Israel y, como transición de su vida privada a su ministerio público, es bautizado en el Jordán (Mat. 3:16, 17; Mar. 1:9).
Más adelante, Hebreos 3 y 4 reconoce el significado simbólico del cruce del Jordán y presenta la entrada en Canaán como prefiguración del “reposo de la
gracia” al que acceden los cristianos por medio de la fe.
Viernes 17 de octubre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee las páginas 516-518 del capítulo “El cruce del Jordán” en el libro Patriarcas y profetas de Elena de White. “Estudiad cuidadosamente las vicisitudes de Israel durante su viaje a Canaán. Estudiad los capítulos tercero y cuarto de Josué, que registran la preparación de ellos para cruzar el Jordán, y el cruce de este río rumbo a la tierra prometida. Necesitamos mantener preparados el corazón y la mente, recordando las lecciones que el Señor enseñó a su pueblo de la antigüedad. En esta forma las enseñanzas de la Palabra de Dios siempre serán atrayentes e impresionantes”
(Comentarios de Elena de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 988).
“El Israel moderno se encuentra en mayor peligro de olvidar a Dios y de ser arrastrado a la idolatría que su pueblo antiguo. Hay muchos ídolos que se adoran,
aun entre los profesos guardadores del sábado. Dios le encargó a su pueblo en forma especial que se guardara de la idolatría, porque si eran desviados de su
servicio al Dios viviente, su maldición recaería sobre ellos, mientras que si lo amaban con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fortaleza, los
bendeciría abundantemente en sus cestos y graneros, y quitaría la enfermedad de en medio de ellos” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 528).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Analiza en tu clase el cruce milagroso del Jordán. ¿Cómo definirías los milagros? ¿Por qué parece que Dios no realiza milagros similares
actualmente?
2. ¿Qué maneras prácticas de prevenir el olvido espiritual, tanto a nivel individual como colectivo, puedes sugerir en tu clase? Aunque es importante que tengamos una relación dinámica y continua con Dios, y que no construyamos toda nuestra experiencia cristiana sobre la base de poderosas experiencias pasadas, ¿cómo podemos seguir utilizando nuestras experiencias pasadas como recordatorios de la manera en que Dios ha obrado en nuestras vidas?
3. ¿Cómo puede el sábado ayudarnos a recordar las intervenciones de Dios en nuestra vida y, al mismo tiempo, darnos un anticipo del descanso
prometido en su reino?
4. ¿De qué manera señala el sábado no solo lo que debemos recordar, sino también lo que podemos esperar en el futuro?