El pacto en el Sinaí
Lee para el estudio de esta semana
Éxodo 19: 1–20: 17; Apocalipsis 21: 3; Deuteronomio 5: 6–21; Santiago 1: 23–25; Romanos 3: 20–24; Romanos 10: 4.
Para memorizar
«Ustedes vieron lo que hice a los egipcios, y cómo los tomé sobre alas de águila, y los he traído a mí. Ahora pues, si en verdad escuchan mi voz y guardan mi pacto, ustedes serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Y ustedes serán mi reino de sacerdotes y gente santa» (Éxo. 19: 4–6).
¿Hacia dónde condujo Dios a Israel después de liberarlo de Egipto? ¿A la Tierra Prometida? Aunque esa respuesta geográficamente sea correcta, es teológicamente errónea. Dios mismo responde la pregunta de la siguiente manera: «Ustedes vieron lo que hice a los egipcios, y cómo los tomé sobre alas de águila, y los he traído a mí» (Éxo. 19: 4). Por lo tanto, la respuesta bíblico-teológica a la pregunta revela la prioridad y el objetivo de Dios: el Señor los condujo a él.
Cuando los seres humanos se alejan de Dios, él los busca y los llama a volver a él. El mejor modelo de esta profunda verdad está en el Jardín del Edén, cuando Adán y Eva pecaron contra Dios al desobedecer su mandato y se escondieron de él. Él tomó la iniciativa y llamó a Adán: «¿Dónde estás?» (Gén. 3: 9). Él siempre da el primer paso. Jesús lo afirma con elocuencia:
«Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré descanso. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma» (Mat. 11: 28, 29).
Dios nos llama a todos. Nuestro destino eterno depende de nuestra respuesta.
Domingo 17 de agosto
En el monte Sinaí
Lee Éxodo 19: 1 al 8. ¿Qué prometió Dios a su pueblo al pie del monte Sinaí?
Dios condujo a los israelitas al monte Sinaí, donde pronto les entregaría el Decálogo, los Diez Mandamientos.
Se desconoce el lugar exacto, pero algunos estudiosos piensan que probablemente Jebel Musa, un monte de 2.285 metros de altura, en la península del Sinaí, es el lugar donde Moisés se encontró con Dios varias veces (por ejemplo, Éxo. 3: 1; 19: 2; 24: 18) y donde Elías se encontró con el Señor años más tarde (1 Rey. 19: 8), la misma montaña donde Dios llamó a Moisés para que sacara a Israel de Egipto (Éxo. 3: 1, 10). En aquel momento, el Señor anunció a Moisés que este adoraría a Dios en ese mismo lugar junto con el Israel liberado, lo cual serviría como señal de que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob los estaba guiando (Éxo. 3: 12).
Tras dos meses de viaje, los israelitas llegaron al Sinaí (Éxo. 19: 1), donde permanecerían aproximadamente un año (comparar Éxo. 19: 1 con Núm. 10: 11, 12). Durante este año recibieron de Dios muchas leyes, como se describe en Éxodo 19 al 40; Levítico 1 al 27 y Números 1: 1 a 10: 10. La permanencia de Israel en el monte Sinaí es la pieza central de la narración contenida en el Pentateuco. Es allí donde se sientan las bases para que Israel sea el pueblo elegido de Dios, la única nación no sumida en el paganismo y la idolatría.
Dios toma la iniciativa y establece el pacto entre él e Israel. Promete hacer de este un tesoro especial, un reino de sacerdotes, un pueblo santo, si sus integrantes le son obedientes y se mantienen en estrecha relación con él.
Ser un pueblo santo significa dedicarse a Dios y revelar su carácter a los demás, especialmente a las naciones de su entorno. También fueron llamados a funcionar como un reino de sacerdotes que conectarían a otras personas con Dios, guiándolas hacia él y enseñándoles sus caminos y sus leyes. Ellos debían ser el tesoro especial de Dios, pues el Señor quería hacer de Israel su canal para iluminar al mundo con el conocimiento acerca de él y de su carácter.
Este pacto constituyó el establecimiento legal de una relación entre Dios y su pueblo. La fórmula general del pacto, que varía ligeramente en los distintos textos, es: «Los haré mi pueblo y seré su Dios» (ver Éxo. 6: 7; Lev. 26: 12; Jer. 24: 7; 31: 33; Heb. 8: 10; Apoc. 21: 3).
¡Imagina ser el «tesoro especial» de Dios! ¿Qué privilegios especiales implicaría eso? ¿Qué responsabilidades especiales tendrías?
Lunes 18 de agosto
La preparación para recibir el don
Lee Éxodo 19: 9 al 25. ¿Cómo preparó Dios a Israel para recibir los Diez Mandamientos?
Dios dio instrucciones específicas acerca de cómo debían prepararse los israelitas para la entrega de la Ley en el Sinaí. Su pureza externa debía reflejar su total dedicación a Dios. Tenían que estar preparados para la espléndida manifestación de la gloria del Señor que estaba a punto de ocurrir. Cuando llegó, vino acompañada de «truenos y relámpagos, y una espesa nube sobre el monte. Y un penetrante sonido de trompeta estremeció a todo el pueblo que estaba en el campamento» (Éxo. 19: 16).
El Decálogo, los Diez Mandamientos, es el corazón de la revelación de Dios y de la ética bíblica. Constituye el fundamento de las normas divinas para toda la humanidad. Sus principios son eternos y universales.
Según el relato bíblico, el Decálogo fue anunciado por Dios (Éxo. 19: 19; 20: 1; Deut. 5: 4, 5, 24), y fue escrito por él mismo (Éxo. 24: 12; 31: 18; Deut. 5: 22). En dos ocasiones fue entregado a Moisés como un regalo especial (Éxo. 32: 19; 34: 1; Deut. 10: 1, 2).
En Éxodo, el Decálogo es llamado «el testimonio» (hebreo: ‘edut; Éxo. 31: 18), o «las palabras del pacto» (hebreo: dibre habberit; Éxo. 34: 28). En el libro de Deuteronomio, esas palabras son escritas en «las tablas del pacto» (Deut. 9: 9, 11, 15). Ninguno de los dos libros utiliza la expresión hebrea que significa «mandamientos» (mitzvot), sino que en tres ocasiones son designados como «las diez palabras», ‘aseret haddebarim, de dabar, que significa «palabra, sentencia, asunto, discurso, historia, promesa, pronunciamiento» (Ver Éxo. 34: 28; Deut. 4: 13; 10: 4).
Existen dos versiones del Decálogo con muy ligeras diferencias. La primera se encuentra en Éxodo 20: 1 al 17 y la segunda en Deuteronomio 5: 6 al 21. La segunda versión fue presentada oralmente por Moisés a Israel casi cuarenta años después del Sinaí, justo antes de que el pueblo entrara en la Tierra Prometida (Deut. 1: 3, 4; 4: 44-47). Estas circunstancias explican las ligeras diferencias entre ambas versiones.
Cuando Pablo dijo que el amor es el resumen de la Ley, citó el Decálogo (Rom. 13: 8-10). El amor es, en efecto, la suma de la Ley de Dios, porque él es un Dios de amor (1 Juan 4: 16).
¿Cómo entiendes la idea de los Diez Mandamientos como expresión del amor de Dios? ¿Qué significa eso? ¿Cómo se revela en ellos el amor de Dios?
Martes 19 de agosto
El don del decálogo
Lee Éxodo 20: 1 al 17. ¿Cuáles son los principios expresados en el Decálogo y cómo está organizado?
Nota que el Decálogo no comienza con los mandamientos, sino con la acción misericordiosa de Dios en favor de su pueblo: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto, de casa de servidumbre» (Éxo. 20: 2). El Señor muestra primero su gracia dando libertad y salvación a Israel, y solo después revela su voluntad. Los mandamientos debían ser observados como una expresión de amor y gratitud por lo que Dios había hecho por ellos.
La palabra clave con la que Dios resume el Decálogo es «amor» (Rom. 13: 10). El mandamiento más importante es el del amor, que se expresa de dos maneras: amor a Dios (Deut. 6: 5) y amor al prójimo (Lev. 19: 18).
En los cuatro primeros mandamientos, el Decálogo interpreta lo que significa amar a Dios; en los seis siguientes, la Ley interpreta lo que significa amar al prójimo. El Decálogo comienza con el deber de honrar a Dios por encima de todo (amor vertical) y continúa con el respeto a los demás (amor horizontal):
Honrar y venerar a Dios concediéndole el primer y más elevado lugar en cada situación de nuestra vida.
Honrar y preservar la posición única de Dios y no sustituirlo por un ídolo de cualquier índole, ya sea físico, simbólico o espiritual. Nuestros afectos más puros pertenecen al Señor.
Reverenciar el nombre de Dios, su reputación y su carácter.
Honrar su día de descanso y adoración: el séptimo día semanal, el sábado.
Respetar a los padres.
Respetar la vida.
Respetar el matrimonio.
Respetar la propiedad de las personas.
Respetar la reputación de los demás.
Respetarnos a nosotros mismos para que ningún deseo egoísta manche nuestro carácter.
Como dijo el propio Jesús: «Si me aman, guardarán mis mandamientos» (Juan 14: 15; ver también 1 Juan 4: 20, 21). Por lo tanto, la verdadera obediencia no es más que una expresión de amor y gratitud hacia Jesús, un amor que se expresa con mayor intensidad en la manera en que tratamos a nuestro prójimo.
Miercoles 20 de agosto
Diferentes funciones de la ley de Dios
La Ley de Dios revela su carácter; es decir, quién es él. Puesto que Dios es santo, justo y bueno, su Ley también lo es. Pablo confirma esto cuando dice: «La ley es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Rom. 7: 12).
La Biblia presenta la Ley de Dios de forma muy positiva (Mat. 5: 17, 18; Juan 14: 15; 1 Cor. 7: 19). Es posible crear poemas acerca de ella (como Sal. 119), entonar cánticos acerca de la Ley (Sal. 19), y meditar en ella día y noche (Sal. 1: 2; Jos. 1: 8). La Ley ayuda a alejarse del mal, y da sabiduría, entendimiento, salud, prosperidad y paz (Deut. 4: 1-6; Prov. 2-3).
La Ley de Dios es como una valla que crea un amplio espacio de libertad para la vida y que advierte que los peligros, los problemas, las complicaciones e incluso la muerte acechan más allá de sus límites (Gén. 2: 16, 17; Sant. 2: 12).
La Ley es también como una señal indicadora que señala a Jesús, quien perdona nuestros pecados y transforma nuestra vida (2 Cor. 5: 17; 1 Juan 1: 7-9). De este modo, nos conduce como si fuera un tutor (paidagogos, en griego) hacia Cristo (Gál. 3: 24).
Lee Santiago 1: 23 al 25. ¿Cómo nos ayudan estas palabras a percibir la función y la importancia de la Ley, aunque ella no pueda salvarnos?
Un espejo puede revelar defectos, pero no puede hacer que desaparezcan. El espejo señala los problemas, pero no ofrece ninguna solución para ellos. Lo mismo ocurre con la Ley de Dios. Intentar justificarse ante Dios cumpliendo la Ley sería como mirarse al espejo con la esperanza de que, tarde o temprano, este hará desaparecer una mancha del rostro.
Puesto que somos salvados por medio de nuestra fe, no por las obras, ni siquiera las de la Ley, algunos cristianos afirman que esta fue abolida y que ya no tenemos que obedecerla. Eso es un grave error de interpretación de la relación entre la Ley y el evangelio en vista de la siguiente afirmación de Pablo: «Yo no hubiera conocido el pecado sino por medio de la ley» (Rom. 7: 7). La existencia de la Ley es precisamente la razón por la que necesitamos el evangelio.
¿Cuán exitosos han sido tus intentos de obedecer la Ley de Dios? ¿Lo suficiente como para basar tu salvación en ella? Si no es así, ¿por qué necesitas el evangelio?
Jueves 21 de agosto
La ley como promesa de Dios
Lee Romanos 3: 20 al 24. Pablo dice claramente que no podemos salvarnos por guardar los Diez Mandamientos. ¿Cuál debería ser entonces el papel de los mandamientos en nuestra vida?
El término hebreo debarim (plural de dabar), utilizado en los escritos de Moisés para describir los Diez Mandamientos (Éxo. 34: 28; Deut. 4: 13; 10: 4), no significa literalmente «mandamientos», sino «palabras», y puede también significar «promesas». Por eso dabar es traducido en numerosos lugares como un sustantivo o como un verbo que expresa la idea de promesa (1 Rey. 8: 56; 2 Crón. 1: 9; Neh. 5: 12, 13; Deut. 1: 11; 6: 3; 9: 28; Jos. 9: 21; 22: 4; 23: 5).
Elena G. de White coincide con esa función del Decálogo: «Los Diez Mandamientos [...] son diez promesas» (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1119). Los Diez Mandamientos deben entenderse como promesas de Dios destinadas a guiarnos por el camino correcto para que él pueda hacer cosas maravillosas en nuestro favor siempre que le seamos obedientes.
Lee Romanos 10: 4. ¿Cómo debemos entender la afirmación de Pablo de que Cristo es el «fin» (RV95, en griego, telos) de la Ley?
Pablo afirma que Jesucristo es el telos de la Ley, pero no en el sentido de que Cristo abrogó o eliminó la Ley. A diferencia de ello, la palabra en cuestión significa que Cristo es el objetivo y la intención de la Ley; su sacrificio expiatorio no anula su validez ni su permanencia.
Por el contrario, Pablo habla de la importancia, legitimidad y autoridad perdurable de la Ley (Rom. 3: 31; 1 Cor. 7: 19; Gál. 5: 6). La palabra telos tiene que ver principalmente con fines y metas, no con el tiempo y la caducidad de algo. Cristo es la clave para desentrañar el verdadero significado, propósito, meta y razón de ser de la Ley de Dios. He allí el sentido de telos. Por lo tanto, sería incorrecto afirmar que Cristo invalidó, sustituyó o abrogó la Ley. Cristo es el objetivo de la Ley, aquel a quien ella apunta o señala.
¿De qué manera señala la Ley a Jesús? Es decir, ¿qué nos revela la ley sobre nosotros mismos que nos lleva a reconocer nuestra necesidad de Cristo?
Viernes 22 de agosto
Para estudiar y meditar
Lee los capítulos titulados «La ley dada a Israel» y «La enemistad de Satanás hacia la Ley» en el libro Patriarcas y profetas, de Elena G. de White, pp. 275-286 y 301-312 respectivamente.
«Dios se propuso hacer de la ocasión en que iba a pronunciar su Ley una escena de imponente grandeza, en consonancia con el exaltado carácter de esa ley. El pueblo debía comprender que todo lo relacionado con el servicio a Dios debe considerarse con gran reverencia» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 276).
Este principio de reverencia sigue siendo válido hoy. Brota de la comprensión de la grandeza, la trascendencia y la majestad de Dios. Apreciar la gloria de Dios crea gratitud en nuestros corazones y humilla nuestro orgullo. Cuanto más de cerca veamos la santidad de Dios, más imperfecciones discerniremos en nuestra vida, lo que nos llevará a tener aún más sed de su presencia transformadora y a desear parecernos más a él.
Además, ser conscientes de nuestra condición en contraste con él y con su santa Ley nos hace totalmente dependientes de la muerte sustitutiva de Cristo en nuestro favor.
Al mismo tiempo, Jesús dejó claro que, si aceptamos humildemente a Dios como nuestro Señor y Rey, no es difícil obedecer sus mandamientos (Mat. 11: 28-30). Cristo dejó claro que la Ley divina tiene validez permanente (Mat. 5: 17-20). Cuando obedecemos las leyes de Dios por amor y gratitud a él a causa de la salvación que nos ha concedido gratuitamente, podemos experimentar la plenitud de una relación salvadora con él. Mientras disfrutamos de las grandes ventajas de obedecer la Ley (en vista del dolor y las dificultades que acarrea violarla), también podemos disfrutar de la seguridad de saber que nuestra salvación se encuentra en Jesús, no en nuestro cumplimiento de la Ley.
Preguntas para dialogar:
La preparación para recibir la Ley ayudó al pueblo a comprender el sentido de reverencia que necesitaban. ¿Dónde existe hoy un sentido similar de reverencia y respeto hacia Dios en nuestra iglesia y en nuestra vida eclesial? ¿O lo hemos ido perdiendo de alguna manera?
Medita en la siguiente fórmula de pacto: «Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo». ¿Qué significa esto para nosotros hoy y cómo debería ponerse de manifiesto tanto individual como corporativamente?
Dios siempre nos capacita para que podamos hacer lo que requiere de nosotros. Elena G. de White afirma que «todos sus mandatos son habilitaciones» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 272). ¿Cómo podemos poner en práctica esta promesa (dabar)?
¿Cómo debemos responder al argumento tan comúnmente escuchado según el cual la Ley fue abolida en la cruz? ¿A qué mandamiento del Decálogo apuntan en realidad quienes hacen esa afirmación?
"Escuela Sabática adultos 2025, cuarto trimestre (octubre-diciembre). Estudio: Lecciones de Josué acerca de la fe, escrito por Barna Magyarosi."
Explora un recorrido temático por los eventos clave de la historia de Israel, desde las plagas de Egipto hasta la construcción del Tabernáculo, con el objetivo de extraer lecciones prácticas y espirituales aplicables a la vida del creyente de hoy. Este estudio bíblico en PDF y en línea busca mostrar cómo la historia de Israel sirve como advertencia e instrucción, permitiendo comprender y aplicar sus principios espirituales en nuestra vida cotidiana. Incluye una introducción y trece lecciones detalladas: desde la opresión y el nacimiento de Moisés, pasando por la zarza ardiente, las plagas, la Pascua, la apertura del Mar Rojo, hasta el Pan y el Agua de Vida, el pacto en el Sinaí, cómo vivir la Ley, la apostasía e intercesión, la petición de ver la gloria de Dios, y finalmente, la construcción del Tabernáculo. Cada lección está disponible en PDF y en línea, facilitando el estudio personal, grupal o en clases bíblicas. Aprovecha estos recursos gratuitos para profundizar en la historia bíblica, fortalecer tu fe y entender cómo los principios de Israel pueden guiar y transformar tu vida espiritual hoy.
Lección 3: Para el 18 de octubre de 2025
MONUMENTOS DE GRACIA
Sábado 11 de octubre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Josué 3; Números 14:44; Lucas 18:18–27;
Josué 4; Juan 14:26; Hebreos 4:8–11.
PARA MEMORIZAR:
“Porque el Señor su Dios secó el agua del Jordán ante ustedes, hasta que hubieron pasado; lo mismo que había hecho con el Mar Rojo, que secó ante nosotros
hasta que pasamos. Para que todos los pueblos de la tierra conozcan la poderosa mano del Señor, y para que ustedes reverencien al Señor su Dios todos los días” (Jos. 4:23, 24).
El policía hizo una señal y Juan tuvo que detenerse. El agente le pidió la licencia de conducir. En ese momento, Juan se dio cuenta de que había dejado
su billetera con la licencia en la oficina, y explicó lo sucedido. El oficial le preguntó cuál era su ocupación y Juan respondió que era profesor. Mientras el
agente le entregaba la multa, le dijo que no pensara en ella como una sanción.
“Es una matrícula”, le dijo. “Cuando alguien quiere aprender algo, se matricula. Esta es su matrícula para aprender a no olvidar la licencia cuando conduce.
Que tenga un buen día, profesor”. Como seres humanos, somos propensos a olvidar cosas que no tenemos
constantemente a la vista. Olvidamos contestar las llamadas telefónicas, responder los correos electrónicos, regar las plantas, enviar felicitaciones de cumpleaños, etc. Sin embargo, olvidar nuestras necesidades espirituales podría tener consecuencias más graves que simplemente recibir una multa, especialmente porque ellas tienen que ver con nuestro destino eterno. Analicemos el cruce del Jordán y veamos qué podemos aprender de esa
experiencia.
Domingo 12 de octubre
EL CRUCE DEL JORDÁN
Lee Josué 3:1-5 y Números 14:41-44. ¿Por qué Dios pidió a los israelitas que se prepararan especialmente para lo que estaba a punto de suceder?
Esta es la primera vez que se menciona el arca del pacto en el libro de Josué. Hasta este momento de la narración del Antiguo Testamento, el arca había
aparecido en el contexto del Santuario (Éxo. 40:21), en el viaje de Israel desde el Sinaí (Núm. 10:33-36) y en el intento fallido de iniciar la conquista de Canaán
(Núm. 14:44). Era el objeto más sagrado del Santuario israelita y contenía tres elementos, cada uno de los cuales expresaba la relación especial de Israel con
Dios: (1) Las tablas con los Diez Mandamientos, (2) la vara del sumo sacerdote Aarón y (3) una vasija que contenía maná (Éxo. 16:33; Heb. 9:4).
El arca y los preparativos para cruzar el Jordán recordaban a Israel que no iban a entrar en Canaán a su manera y cuando quisieran. La conquista solo
tendría éxito si seguían las indicaciones de Dios, y cuando él lo indicara. Dios, a quien se describe entronizado sobre los querubines que cubrían el arca del pacto (Éxo. 25:22; Núm. 7:89), y cuyos movimientos se identifican con los del arca, entra en Canaán delante de los israelitas como Aquel que dirige la conquista.
El término traducido como “santificar” (Jos. 3:5) o “consagrar” se refiere a un proceso de purificación similar al que seguían los sacerdotes antes de
comenzar su servicio en el Santuario (Éxo. 28:41; 29:1) y como el que realizó el pueblo de Israel antes de la revelación de Dios en el Sinaí (Éxo. 19:10, 14). Esta
consagración implicaba el abandono del pecado y la eliminación de todas las impurezas rituales. La misma orden aparece en Números 11:18 en relación con
un inminente milagro de Dios. Tal preparación se exigía también antes de librar una batalla (Deut. 23:14). Para que Dios pudiera luchar por Israel, ellos debían
mostrarle su lealtad y confiar en él como su Comandante.
El milagro de cruzar el Jordán iba a demostrar a los israelitas que se podía confiar en la promesa del Señor de expulsar a los cananeos de la tierra. Aquel
que podía asegurar el cruce en seco del Jordán también podía concederles el
don de la tierra. Dios no siempre divide el Jordán. Sus intervenciones no siempre son tan evidentes. ¿Cómo crees que podemos desarrollar la preparación espiritual para experimentar y discernir las intervenciones de Dios en nuestro favor?
Lunes 13 de octubre
EL DIOS DE LAS MARAVILLAS
Lee Josué 3:6-17. ¿Qué nos dice el milagroso cruce del Jordán acerca de la naturaleza del Dios a quien servimos? El cruce del Jordán es descrito en Josué 3:5 con la palabra hebrea nifla’ot, “maravillas”. Esta palabra suele referirse a los actos poderosos y sobrenaturales de Dios que demuestran su singularidad (Sal. 72:18; 86:10). Más tarde, los israelitas meditaron en estos actos y, como resultado, alabaron al Señor (Sal. 9:1) y lo proclamaron entre las naciones (Sal. 96:3). Las plagas de Egipto (Éxo. 3:20; Miq. 7:15), el cruce del Mar Rojo y la conducción de Dios en el desierto (Sal. 78:12-16) fueron relatados como tales prodigios.
Los escritores bíblicos sabían y atestiguaban que el Dios que creó el mundo nunca se vio limitado o constreñido por su creación. Nada es imposible (heb.
“demasiado maravilloso”) para él (Jer. 32:17). Su nombre y su naturaleza son maravillosos (Jue. 13:18), y él está más allá de nuestra comprensión.
A diferencia de los dioses de las demás naciones, que no pueden salvar (Sal. 96:5, Isa. 44:8), el Dios de la Biblia es un “Dios vivo” y activo, cuyos seguidores pueden confiar en él a la espera de sus intervenciones en favor de ellos.
El profeta Zacarías utilizó un término derivado de la misma raíz que nifla’ot cuando imaginó un futuro maravilloso para Israel tras el exilio babilónico. Vio
que Jerusalén sería totalmente reconstruida, que habría ancianos sentados en las calles de la ciudad y niños jugando en ella. A los aparentemente incrédulos
habitantes de la capital, que aún mostraba los signos de su destrucción, Zacarías declaró: “Así dice el Señor de los ejércitos: ‘Si en aquellos días esto parece muy difícil a los ojos del remanente de este pueblo, ¿será también muy difícil a mis ojos?’ —declara el Señor de los ejércitos. Así dice el Señor de los ejércitos: ‘He aquí, salvaré a mi pueblo de la tierra del oriente y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré y habitarán en medio de Jerusalén; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios en verdad y en justicia’ ” (Zac. 8:6-8, LBLA). Lee Lucas 18:18-27. ¿Cómo te anima la respuesta que Jesús dio a sus discípulos
sobre confiar en Dios cuando te encuentras ante lo que parece imposible?
Martes 14 de octubre
RECUERDA
Lee Josué 4. ¿Por qué Dios pidió a los israelitas que erigieran un monumento? El propósito de estas piedras era que sirvieran como “señal”. El término
hebreo así traducido (‘ot) está a menudo asociado con la palabra “maravilla” y puede referirse a actos milagrosos realizados por Dios (ver el estudio de ayer),
como las plagas de Egipto (Éxo. 7:3; Deut. 4:34). También puede significar “símbolo” como representación de una realidad más profunda o trascendente. Por
ejemplo, el arco iris es una “señal” del pacto (Gén. 9:12, 13); la sangre en los marcos de las puertas de las casas israelitas también es designada como una
“señal” (Éxo. 12:13); y, lo que es más significativo, el sábado es una “señal” de la Creación y de la presencia santificadora de Dios (Éxo. 31:13, 17; Eze. 20:12).
En el caso de las doce piedras, la señal funcionaría como un memorial que recordara a cada generación posterior el milagro de la travesía. El término traducido en el versículo 7 como “monumento conmemorativo” (zikkaron) procede de la palabra zakar, “recordar”, que denota algo más que el acto pasivo de rememorar algo. Implica un recuerdo acompañado de una acción apropiada (Deut. 5:15; 8:2). La construcción de monumentos conmemorativos de piedra (Gén. 28:18-22) y los rituales que suscitaban preguntas (Éxo. 12:26, 27; Deut. 6:20-25) eran habituales en el Antiguo Testamento. En lugar de repetir los milagros una y otra vez, Dios establece monumentos que evocan el recuerdo de sus grandes actos y suscitan respuestas significativas. Por ello, la señal debe permanecer allí “para siempre”, lo que implica la necesidad de preservar perpetuamente este milagro del Señor en la memoria colectiva de su pueblo.
La posible pregunta de las generaciones futuras es significativa porque se formula de forma personal: “¿Qué son estas piedras para ti?”. Cada nueva generación debía interiorizar y comprender personalmente el significado que estas piedras tenían para ella. La fe en un Dios hacedor de milagros solo puede mantenerse viva si cada generación redescubre el significado de los poderosos actos del Señor para sí misma. Tal fe marcará una diferencia importante entre vivir
fielmente las tradiciones basadas en la Biblia y el tradicionalismo –la religión muerta de las generaciones carentes del valor y el fervor originales–. En definitiva, tenemos que hacer nuestra la fe basada en la Biblia. Nadie, especialmente nuestros antepasados, puede creer por nosotros.
¿Qué memoriales de tu experiencia personal con el Señor te ayudan a recordar lo que él ha hecho por ti?
Miércoles 15 de octubre
OLVIDO
Lee Josué 4:20-24 a la luz de Jueces 3:7; 8:34; Salmo 78:11; Deuteronomio 8:2, 18 y Salmo 45:17. ¿Por qué era tan importante recordar las proezas del Señor?
Observa el cambio de pronombres personales en Josué 4:23. Se dice allí que las aguas del Jordán se habían secado ante “ustedes”, es decir, ante los israelitas
que acababan de cruzar el río. Sin embargo, el texto dice luego que el Mar Rojo se había secado ante “nosotros”, los integrantes de la primera generación que
aún estaban presentes y que habían sido testigos del Éxodo. Los dos acontecimientos, vividos por dos generaciones diferentes, tenían un significado similar.
Esto permitió a la segunda de estas generaciones redescubrir el significado del cruce del Jordán a través del testimonio de sus antecesores.
Percibimos generalmente el olvido como un rasgo normal de los seres humanos. Sin embargo, el olvido en el ámbito espiritual puede acarrear graves
consecuencias. Incluso hoy, si queremos preservar nuestra identidad como pueblo que posee una vocación y una misión peculiares, tendremos que idear maneras de refrescar nuestra memoria espiritual, tanto individual como corporativa, para no perder de vista nuestro origen, nuestra identidad y nuestra misión. Lee 1 Corintios 11:24, 25 y Juan 14:26. ¿Por qué debemos recordar siempre lo que Cristo hizo por nosotros? ¿Hay acaso algo más importante que eso?
Elena de White comprendió claramente que si no avanzamos de manera constante a la luz de los actos pasados de Dios y de su revelación, seguramente
perderemos la motivación para cumplir nuestra misión en el futuro. Ella escribió: “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (Notas biográficas, p. 193).
Aunque es importante recordar el pasado y cómo el Señor ha obrado en tu vida, ¿por qué debes tener día a día una experiencia renovada con él y experimentar ahora la realidad de su amor y presencia?
Jueves 16 de octubre
MÁS ALLÁ DEL JORDÁN
“Convirtió el mar en tierra seca, por el río pasaron a pie. ¡Alegrémonos, pues, en él!” (Sal. 66:6). Tanto el cruce del Mar Rojo como el del Jordán señalan una nueva era en la historia bíblica, y ambos tienen un significado simbólico (ver Sal. 66:6; 114:1-7;
2 Rey. 2:6-15). Ya en el Antiguo Testamento hay textos que vinculan los dos acontecimientos y reconocen un significado que apunta más allá de los escenarios
originales. En el Salmo 66:6, el salmista celebra el acto redentor de Dios en su vida (Sal. 66:16-19) refiriéndose a los ejemplos históricos del cruce del Mar Rojo
y del Jordán.
El Salmo 114 también vincula ambos acontecimientos, no porque el autor no viera una diferencia cronológica entre ellos, sino por el significado teológico que
comparten las dos travesías. Así, se considera que los dos eventos contribuyen a un cambio en el estatus de Israel. Primero, de la esclavitud a la libertad. Luego, del nomadismo a la condición de nación. En estos Salmos, los ejemplos de las dos travesías ilustran el cambio de estatus del autor, que pasa de la opresión, la pobreza, el desamparo y la humillación a la seguridad, el bienestar, la salvación
y la dignidad.
En el contexto de un milagro similar al registrado en Josué, también junto al Jordán tuvo lugar la traslación de Elías. Para Elías, la travesía supuso el cambio de
estatus más significativo de su vida: su traslado al Cielo. Para Eliseo, el cambio también es importante, ya que el ayudante del profeta (1 Rey. 19:21) se convierte en el profeta de la nación (2 Rey. 2:22). Lee Mateo 3:16, 17 y Marcos 1:9. ¿De qué manera dan a entender estos escritores del Nuevo Testamento que el río Jordán tiene un significado simbólico y espiritual?
El ministerio terrenal de Jesús como Representante de Israel sigue el modelo de la historia del antiguo pueblo de Dios. Jesús pasa por las experiencias del
“Mar Rojo” y del “Jordán”. Es llamado a salir de Egipto tras un decreto de muerte (Mat. 2:14-16), pasa 40 días en el desierto (Mat. 4:2), similares a los 40 años del
antiguo Israel y, como transición de su vida privada a su ministerio público, es bautizado en el Jordán (Mat. 3:16, 17; Mar. 1:9).
Más adelante, Hebreos 3 y 4 reconoce el significado simbólico del cruce del Jordán y presenta la entrada en Canaán como prefiguración del “reposo de la
gracia” al que acceden los cristianos por medio de la fe.
Viernes 17 de octubre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee las páginas 516-518 del capítulo “El cruce del Jordán” en el libro Patriarcas y profetas de Elena de White. “Estudiad cuidadosamente las vicisitudes de Israel durante su viaje a Canaán. Estudiad los capítulos tercero y cuarto de Josué, que registran la preparación de ellos para cruzar el Jordán, y el cruce de este río rumbo a la tierra prometida. Necesitamos mantener preparados el corazón y la mente, recordando las lecciones que el Señor enseñó a su pueblo de la antigüedad. En esta forma las enseñanzas de la Palabra de Dios siempre serán atrayentes e impresionantes”
(Comentarios de Elena de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 988).
“El Israel moderno se encuentra en mayor peligro de olvidar a Dios y de ser arrastrado a la idolatría que su pueblo antiguo. Hay muchos ídolos que se adoran,
aun entre los profesos guardadores del sábado. Dios le encargó a su pueblo en forma especial que se guardara de la idolatría, porque si eran desviados de su
servicio al Dios viviente, su maldición recaería sobre ellos, mientras que si lo amaban con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fortaleza, los
bendeciría abundantemente en sus cestos y graneros, y quitaría la enfermedad de en medio de ellos” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 528).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Analiza en tu clase el cruce milagroso del Jordán. ¿Cómo definirías los milagros? ¿Por qué parece que Dios no realiza milagros similares
actualmente?
2. ¿Qué maneras prácticas de prevenir el olvido espiritual, tanto a nivel individual como colectivo, puedes sugerir en tu clase? Aunque es importante que tengamos una relación dinámica y continua con Dios, y que no construyamos toda nuestra experiencia cristiana sobre la base de poderosas experiencias pasadas, ¿cómo podemos seguir utilizando nuestras experiencias pasadas como recordatorios de la manera en que Dios ha obrado en nuestras vidas?
3. ¿Cómo puede el sábado ayudarnos a recordar las intervenciones de Dios en nuestra vida y, al mismo tiempo, darnos un anticipo del descanso
prometido en su reino?
4. ¿De qué manera señala el sábado no solo lo que debemos recordar, sino también lo que podemos esperar en el futuro?